The Legend of Zelda (1986)
Shigeru Miyamoto es considerado hoy día con total merecimiento como el desarrollador de videojuegos más influyente de la historia. Puede decirse que mediados de los años 80 es su época clave, en la que desencadenó toda su creatividad y en la que sentó las bases de juegos y mecánicas que perduran durante décadas sin agotamiento. En esos años, el genio japonés dirigió en paralelo el desarrollo de dos títulos muy diferentes que expandirían el videojuego en direcciones yo diría que casi opuestas.
Si “Super Mario Bros” puede entenderse como un juego de plataformas y acción directa, el propio Miyamoto explica las dificultades que tuvo para convencer a sus jefes de que dieran el visto bueno a “The Legend of Zelda”, un juego en el que el jugador comenzaba en medio de un mundo por descubrir con múltiples caminos para explorar.
Recordemos que en esos años prácticamente todos los juegos mostraban muy claramente lo que había que hacer, y el desarrollo solía ser muy simple. Pero aun hoy día es fácil comprender las dudas que tenía Nintendo con respecto a este juego. Al principio te sientes perdido, con opciones para ir en todas direcciones, y sin saber cuál es la correcta. Esa es la primera característica que sobresale en este juego, la libertad. Parece mentira, pero esa libertad de la que hoy presumen tantos y tantos juegos, ya estaba ahí hace décadas.
Puede que por aquel entonces ya existiera algún juego con ese grado de libertad, sobre todo en ordenadores, pero donde considero realmente pionero al juego de Miyamoto es a la hora de apostar por los ítems que dotan de nuevas habilidades, ayudan a llegar a nuevas áreas y avanzar en la aventura. Con ellos, Miyamoto da un paso más allá con el objetivo de sorprender al jugador. Con el avance del juego y la obtención de nuevas habilidades, el jugador no solo expande su mundo, si no que redescubre el que ya había explorado, cambiando su percepción sobre los escenarios y encontrando nuevas posibilidades, nuevas dimensiones que estaban ahí mismo, ocultas hasta entonces. Ese es uno de los aspectos más fascinantes de “The Legend of Zelda” y sus sucesivas entregas.
Y es que el juego está a rebosar de secretos, muchos de ellos solo descubribles invirtiendo tiempo en probar y probar, es decir en experimentar libremente el juego. Estamos ante una aventura en toda su extensión, en la que hay explorar no solo un mapeado, si no también los posibilidades de los objetos. Todo esto además es el resultado de que su creador quisiera que los jugadores intercambiarán experiencias entre ellos, algo de plena actualidad hoy día. Además, su invitación a “jugar” fuera del juego no se queda ahí. Según mi experiencia, para avanzar en ciertos puntos de la aventura es imprescindible, además de experimentar, revisar concienzudamente el manual de instrucciones.
Después de décadas tras su lanzamiento, habiéndose expandido en una saga cuyas características básicas ya estaban aquí, aunque solo fueran un esbozo, y habiendo dado pie a que otros juegos trabajaran sobre sus mismos cimientos, sí, está claro, “The Legend of Zelda” ha sido ampliamente superado por otros, dejándolo hoy día como un juego con características que parecen inocentes. Pero para un jugador que nunca lo haya probado, “The Legend of Zelda” conserva plenamente su desarrollo misterioso y, por su cuidado control, es perfectamente jugable. Y sin duda, siempre está el aliciente de descubrir un juego mítico, pionero, adelantado a su tiempo. “The Legend of Zelda” no solo es el primer Zelda. Es el primer metroidvania, es el antecesor de los mundos abiertos, es el abuelo de “Dark Souls”, que precisamente rescata muchos conceptos de esta primera entrega. Hasta ese punto su creador es un visionario y ha influenciado, y sigue haciéndolo, sobre este mundillo.
Desarrollador: Nintendo EAD Música: Koji Kondo
Japón | 1986 | 11 horas | Videojuego | Acción | Aventura | Metroidvania | Vista diagonal-superior | Pantalla fija | Gráficos 2D | Retro |